he dado el salto
invoqué al dragón y aquí vino,
ni al drogón, ni al vino
que vino el dragón,
que vino.

que sus escamas acariciaron mis sienes
que en la cama me acariciaron cien veces
que en cien camas me acariciaron,
pero que nunca con calma.

que de su boca salieron llamas, como suspiros.
que sus llamas, en mi boca, rebotaban.
que con suspiros todo el fuego se apagaba.

que invocaré al dragón una y mil veces,
porque ha renacido el loto,
porque entre los escombros mi jardín al fin florece:
bienvenido dragón y hasta siempre.


juancho,
no sabés qué tragedia, cuando llegué a mi balcón la maceta larga con flores habíase caído al piso, las flores estaban sepultadas debajo de la tierra, tuve que hundir mis dedos y revolver para salvar algunos de sus pétalos. si sólo supieran cuanto las quería, hace tan poco pero demasiado. volví a ponerlas juntas, una al lado de la otra, las regué para que la tierra humedecida las sostenga, y les puse música. estoy sentada frente a ellas hace dos horas, y les canto para que se alegren, pero sus hojas aún están tristes. el viento está llegando, así que quizás antes de dormir la siesta las entre, para que descansen del susto.


habría sido mi primer rescate,
y eso sería lindo sólo si
cuando me despertase de la siesta
los capullos hubieran florecido
otra vez.


hasta mañana