(...)
Por qué seremos tan sirenas, tan reinas
abroqueladas por los infinitos marasmos del romanticismo

tan lánguidas, tan magras
Por qué tan quebradizas las ojeras, tan pajiza la ojeada
tan de reaparecer en los estanques donde hubimos de hundirnos

salpicando, chorreando la felonía de la vida
tan nauseabunda, tan errática.


(N.P.)

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