a b a n d o n o

-Decime yolanda, por qué insistís tanto con esas fantasías, si al final todo termina sucediendote, producto de tus artimañas para lograr que se concreten. Decime yolanda, por favor, me desesperas.

Antes no sucedía, puedo asegurarlo pero al menos desde que tengo memoria, sucede. Las luces están bajitas y ella no ve demasiado pero tampoco es que no ve nada. Ve lo justo como para confiar en que todo está allí, y en que hay cosas que podría no ver pero que efectivamente están. No le da miedo, más bien ella, temeraria -léase testaruda-, inventa historias en donde siempre termina muerta, brutalmente asesinada o acribillada en un atentado fatal, a veces aplastada debajo de un camión o lanzada al vacío desde una autopista, un avión, una torre o cualquieras cien metros de altura. Sin chances de quedar viva, el fin de la historia sí.
Otras, sueña despierta con finales terribles para sus amoríos, culebrones insalvables en donde su corazón se destroza y ya nada tiene sentido. Finalmente, decide quitarse la vida de la manera más poética y en el lugar más hostil, sola sin nada alrededor que pueda salvarla.
El resto de las veces, la mayoría, casi todas, por lo general, hace la siguiente estupidez: agarra todo lo real que encuentre, lo dispone sobre un mantel impoluto, en la mesa central de su jardín tan preciado, ordena los elementos de forma tal de que cualquier criatura que entrase en escena, se daría cuenta de que esa no es su mesa, ni su jardín, ni su vida ni su manera de disponer las cosas: es puro y absoluto teatro.
Pero ella continúa, obstinada hasta derramar sobre la mesa el vino, derrumbar el ficus sobre su cabeza, romper las copas y clavarse las astillas en sus manos, esas que apenas le permiten ahora escribir. Ha dispuesto todo de tal manera, para lograrlo. Porque si hay algo que no se permite -pero que repite hasta el hartazgo-, es el fracaso.
Yolanda sos tan eficiente y maníaca a veces y al mismo tan obvia y estúpida en tus neurosis. Todo queda hecho un caos al fin de cuentas, sin que él apareciera, sin que se haya acordado de que estabas poniendo la mesa y acomodando las cosas, sin que siquiera se haya dignado a abandonarte con todas las letras, asumiendo cada uno de los sonidos de la palabra ABANDONO.
Ahora lloras desconsolada, sos tan hipócrita, tan superficial tu teatralidad que da miedo, tanto circo para un pan tan desabrido.

-Abandoname sin culpas y andate para siempre, yolanda. todo este absurdo movimiento de emociones está mareándome y ya no sé hacia donde querés que corra. 
-Quisiera que no corras, es claro
-Corré sin culpas, abandoname sin tanta fantasía, no es necesario. Nada peor puede sucederte, te he dado la vida y he huído al instante de este teatro infame e inconducente. He huido siempre ya, no  sigas engañandonos.