así da gusto que se acabe el mundo

tres cosas insólitas que le alegraron la mañana a juan: 
1- la mermelada de pera de mi abuela
2- el horóscopo diario (y el semanal)
3- la mazzocco esperándolo en la puerta de los crocantes, "radiante, vestido negro entallado en la cintura y sin hijitos".

tres cosas insólitas que alegraron mi mañana: 
1- la mermelada de pera de mi abuela
2- el pronóstico del tiempo en san fernando
3- el borracho en el cordón de la vereda -también radiante él (y yo)- y cuando paso: ¿te dije que te quiero mucho? me acordé de las patadas y de los garrotazos, y le contesté que yo también. sonrió y balbuceó con esfuerzo un feliz 2012.


yolanda lava los platos apresurada muy para terminar rápido y comenzar de nuevo pero yolanda no seas tan atormentada son sólo platos, podrías lastimarte ay! ahí está la gota de sangre, tu dedo debajo del chorro de agua hirviendo y pronto las lágrimas y entonces no lo lograste, de nuevo las cosas sin terminar y nada empieza de nuevo otra vez el dolor y el pecho que se te cierra y alguien que viene a ayudarte y vos que no querés ayuda y que entonces bueno a veces es lindo que estés cerca a veces es lindo que me ayudes pero cuidado que en la sangre tengo peces de agua salada, que no se vayan por la canilla, que no se pierdan entre los vidrios, que luego no saben cómo volver a casa.

a veces creo, yolanda, que sólo sangras para confirmar que allí dentro no se acabó la sangre, que los peces salen para ver cómo es todo afuera, todo eso de lo que te quejás tanto, todo eso que te atormenta pero ay, no seas tan así yolanda, ya no te soporto, es mentira que afuera hay viento fuerte y hay lluvia y rayos que te parten sí, ya se que después los peces quieren volverse-te adentro, pero es sólo porque vos les das oxígeno y les das calor y les das...

ay yolanda, si tan sólo pudieras dejar que se te acerquen sin que haya vidrios de por medio, si tan sólo te dejaras acariciar sin la sangre que chorrea, sin tus lágrimas encarnadas, sin todo eso que tiñe de colores pálidos tu historia, que la hacen viva pero que también la matan cada vez...

si tan sólo, yolanda, dejaras de arruinar todo para poder empezar de nuevo, los platos quedarían limpios, los peces nadarían tranquilos y vos, vos yolanda, podrías recostarte sobre mí sin tantas excusas.

niñaturas. parte II

despertarme con la música del plátano, y del viento, y de ese pajarito que conozco tan bien pero del que no sé el nombre. tranquila bicho, estás acá. pero es que a veces quiero estar allá eh. a veces me gusta despertarme, oír también el clic-clac-clic-clac de aquel no éste ventilador, mirar por la ventana el cielo blanco y ver que las ramas tupidas se ladean hacia todos lados, como si quisieran caerse sobre mí, aplastar las pesadillas que tuve anoche, abonar las que vendrán mañana y despeinarme un poco más, como siempre, como hace tanto.
claro que cuando me despierto, recuerdo que ya casi es navidad y que pronto de veras estaré allá. que mi abuelo no, pero que el ventilador sí, y más ruidoso que nunca, mucho más que el año pasado. que las revistas no van a poder distraerme del pan dulce casero, del disfraz horrible de papá noel, de la sidra caliente y de las espinas de los rosales de mi abuela. pero que ya no estaré debajo de ningún flequillo, que mis piernas no colgarán de las sillas de hule, que ahora hasta llego a los trofeos que acumulan polvo arriba de la cómoda.
por las dudas, yolanda, no me abandones esta navidad. prometo guardarte algo de garrapiñada si te quedás al lado mío. silbame una de tus cumbias alimonadas, que tengo que sobrevivir hasta el nuevo año.

un día yolanda hablará sus palabras malas, cherry bomb, y te dirá seguramente que la dejes tranquila, que te hagas cargo de tus miedos y tus pesadillas, que ninguna cumbia llegará para salvarte. pero todavía, todavía está bien que te levantes temiendo por el plátano que ruge tan fuerte. y que la invoques, que la invoques porque allá afuera todavía llueve, y acá adentro las palabras retumban para salir.
querido (?) papá noel:

dejá de traerme barbies, ya viste que nunca juego con ellas. este año quisiera que me traigas un trabajo que me permita pagar todas las deudas que contraje con la mafia china hoy, que fui a pasear a juramento y arribeños y no pude contenerme de comprar la mitad de las cosas ridículas que vi en cada bazar. también uno que no me haga pagar la horrorosa cena de fin de año a la que nunca quise ir, y por la que volví empapada a casa a la una de la mañana, sin plata y con hambre. sí, ya sé que tiene aire acondicionado, pero prefiero el calor de afuera al frío de adentro. sí, si es en el mar me vendría joya. incluso, si querés traerme una malla nueva, creo que podría aprender rápido eso de la respiración boca a boca.
odio tu barba y tus renos y tu traje de paño rojo (puaj) y tu nieve y tus pinos que acá no existen. me caerías mejor si anduvieses en patas y te atases ese pelo, si fumaras porro y tomaras uvita fiesta. igual espero que no te ofendas, y que de una vez por todas te dignes a darme pelota. no quiero bombachas rosas ni muñecas perfectas ni perfumes importados. 

sólo quiero enredarme en las olas.

apocalipsis now

Leo: No te sientas culpable por nada, recuerda que Dios siempre pone pruebas en nuestro camino. Simplemente toma el aprendizaje para mejorar

ilusa de mí, que creía en los astros hasta que un día, apareció Dios. que me devuelvan el dinero.
entre tantas cajas y cartas viejas,
entre las fotos y los libros rotos,
me acordé cómo se hacía la vuelta carnero.

también me acordé de tu cumpleaños,
de que falta poco, de que hace tanto.
encontré tu perro, tu guitarra y tus zapatillas deshilachadas
casi sentí el olor de tu pelo, me zambullí perezosa en tus sábanas,
me hice un bollito y pedí auxilio.

no me gusta revolver mucho,
no esperaba encontrarte allí, entre tantas cosas.
te descarté, es cierto.
tiré tus cartas,
tiré tus fotos,
tiré tu cumpleaños, tu perro, tu guitarra y tus zapatillas.
hice el esfuerzo de olvidarme de tu pelo, de tus sábanas y de tu música.
tiré todo, derroché incluso las lágrimas que hace tanto no dejaba que salgan.
inundé mi pequeño corazón de agua salada,
ahogué los pececitos que lo habitan,
cerré los ojos y te dejé ir.

lo bueno es que recordé cómo hacer la vuelta carnero.
lo malo, es que en realidad
después de haberlo tirado todo,
sólo pude recordar cómo rolar hacia atrás.

cosas que una encuentra revolviendo

hola, qué tal ? bueno, esta notita debería haberte llegado hace rato, pero por algunas cosas de la vida terminé escribiéndola en un momento un tanto especial...más que felices fiestas, me gustaría decirte otras cosas. como que te quiero hasta el rabito del infinito, que sos lo más importante y lindo que tengo, y que se me revuelve la panza cada vez que estás cerca. vamos a salir adelante, y si no, que sea lo mejor...cuando termines de leer, ¿me das un beso?
feliz año
I

los adoquines son muy pintorescos, pero también muy traicioneros. yolanda caminaba despacio, como si nadie la siguiera -siempre supo que estaba buscándola, pero no sospechaba que estaba por encontrarla. cada tres pasos, sus tacos aguja se enredaban entre las piedras, se calzaban como empacados. entonces yolanda maniobraba, movía elegantemente sus rodillas como si estuviera bailando un tango, y cuando al fin lograba rescatar el zapato, daba otro paso. y así.
había llovido, y los adoquines estaban brillantes. reflejaban las luces de los autos, los faroles de la plaza, hasta la bombacha que yolanda estrenaba debajo de su pollera con volados. a yolanda le gustaban los volados, como a morena. los volados son tu cumbia, yolanda, y también tu glamour decía morena cuando algunas tardes se juntaban a inventar collares de perlas.
caminó unas cuantas cuadras, tantas como sus tacos aguja se lo permitieron. y en una esquina se detuvo. mi corazón se paró, morí por un instante, y volví a nacer cuando confirmé que no, no me había descubierto todavía. 
se sentó en el cordón de la vereda, con las piernas abiertas. nunca te vi tan linda, yolanda, y hubiera jurado que eras de las que se sientan con las piernas abiertas, que se te ve la bombacha y qué más da, si total no tenés nada malo que esconder. 
sus ojos estaban calmos, pero tristes. miraba para todos lados y yo, me escondía entre las azucenas. los hombres pasaban a su lado, se detenían a mirar sus tetas. ella les clavaba sus ojos negros, fulminantes, y huían. tan cobardes ustedes, ratas inmundas susurraba por lo bajo. gritales yolanda, no temas.
descubrí que esperaba a alguien: sus manos temblaban como dos papeles y sus labios, debajo del rouge colorado, estaban azules y fríos. sus rodillas no paraban de bailar, de moverse como si también buscaran algo.
estuvo allí algunas horas, sin que sus dedos dejaran de moverse, sin que sus ojos buscaran a alguien, sin que sus piernas se amigaran. y los tacos que seguían empacados.

volvió a llover, como hacía un rato. yolanda se mantuvo quieta, como si nada sucediera. pronto sus pelos despeinados goteaban sobre el escote. su rimel estaba corrido como el de maría cuando se levanta, sí, así mismo. llovía tanto y yolanda tan mojada, que dudé si no estaría llorando. sus ojos abiertos y enormes como los faroles de la plaza, tan húmedos ellos, tan esperando, como yolanda, como sus rodillas, como yo entre las azucenas. llorá yolanda, nada peor puede pasarte. quizás no venga, seguramente te abandone de nuevo, como ayer y como mañana. 

ojalá supieras que entre las azucenas, alguien piensa lo bonita que estás esta noche.
bajita el agua, tanto, que tus pies se hunden en el fango. poco a poco se vuelven barro, tal vez. sus dedos, que solían estar solos, ahora se unen como nunca, se pegan uno al lado del otro en fila para nunca volver a separarse. cuando lográs deslizarlos y sobrevolar el suelo, el agua te inunda la panza, tus tripas se ablandan y se humedecen, apuesto a que cambian de color. los pulmones se llenan de aire y ahí vas. 
jugás con las burbujas debajo del agua, de esa que no te deja ver pero te deja tocar. los peces más pequeños puede que se metan en tus oídos, y que pronto huyan espantados, no quieren saber nada con lo que hay allí adentro. pero ahí adentro ahora hay sol, hay viento que chilla finito, que casi susurra canciones, que a veces se calla y otras aturde.
de pronto la costa está lejos, las cosas se hicieron diminutas, casi dejaron de existir. el mundo tan gigante y vos ahora tan sola. el fango se presiente por debajo, pesado, oscuro y tenebroso. las manos bailan y hacen dibujos con la espuma, dejando extrañas formas sobre tu panza. el obligo se vuelve un pequeño cuenco a donde vienen a tomar agua las gaviotas, mientras te hacen cosquillas. y entoncés te retorcés despacio, y te reís: la boca se abre grande, los ojos se achinan como encandilados con el sol. el agua entra, irrespetuosa. navega a través de tu garganta, rápido llega a los pulmones. y entonces ya no son pulmones: son branquias. la boca vuelve a cerrarse, tus ojos se abren de nuevo, tan grandes como dos perlas, las pestañas gotean sobre tu frente.
alrededor, las aguas abiertas. allá lejos alguien te espera, allá mismo alguien te olvida. entonces pensas en no volver, en quedarte ahicito para siempre, flotando sobre el fango, alimentando a las gaviotas, nutriendote del sol y del agua espesa.
pero a veces el viento te devuelve, no te extrañes. de repente la costa de nuevo cerca, y tus aletas y tus branquias ya no sirven. y entonces la desesperación, la triste desolación de llegar, de haber vuelto y ya no poder respirar.
pero ahí estoy yo, con un tarrito con agua para mantenerte húmeda, con mis manos llenas de barro para que no pierdas los sentidos. no vuelvas al agua, no ahora. quedate conmigo un ratito y juguemos a que los dos somos niños peces.
era ella una mujer tan fuerte, que cuando lloraba se desarmaba, como se desintegran los árboles con las tormentas, como se derrumban las torres cuando las olas arrasan con todo, como se suicidan los héroes cuando su hechizo se desvanece, cuando su magia siempre tanto y ahora nada. 
sus ojos claros, llenos de lágrimas, tan espesas ellas, tan oscuras y turbias, que no dejaban ver el fondo del mar, eso que a mi siempre me calmaba. su llanto duraba un segundo, quizás menos. y ahí de nuevo, la mujer fuerte, el roble maduro, la torre indestructible, la heroína sobrenatural.
yo no le temo a las tormentas, eso es sabido. tampoco a los monstruos, será porque los tengo -muchos- dentro. pero cuando la catástrofe se avecina en sus ojos, cuando insinúa siquiera un flaqueo en su inderrumbable temple, entonces ahí tiemblo. mis manos se vuelven tan chiquitas, y mis brazos tan pequeños como cuando (no) jugaba con las muñecas. ahora mi abrazo no alcanza a rodear su espalda, ni si quiera su delgado cuello. entonces vení, acostate sobre mis piernas, que mientras llorás espanto a tus monstruos, los míos son más fuertes y podrán darles batalla.


¿podrán?
querida mathilde:
hoy leí mucho en francés. me acordé de tus palabras, tuve que leer en voz alta para poder recordar los sonidos dulces de tu lengua. heme aquí escribiendo en castellano, pero te juro que yolanda, por favor, hacé que estas chicas que hablan en inglés en la cocina se callen, que cierren sus bocotas que ya no las aguanto, que gritan como marranas, como si alguien se hubiera comido su mantequilla de maní sigo pensando en francés.
estoy haciendo mis valijas, no puse hasta ahora muchas cosas: mi bikini, un pullover tan feo de mi abuela, y unos anteojos de sol, que se me rompieron esta tarde cuando volvía distraída del mercado. ya sé que allá hace frío, no estoy loca. te dije que llevo un pullover. pero te llevo también un poco de verano, no seas egoísta.
cuando termine de empacar, empiezo con el avión. tengo planeado qué modelo voy a hacer y todo, pensé incluso en los colores flúor con los que voy a pintarlo. será de un papel tan suave como los damascos, como esos que dejaste un día hechos jalea.
estate atenta, mirá mucho el cielo. que desde alguna estrella te estoy abrazando.
à bientôt,
la cerise
Capítulo 3: no importan los resultados, lo que importan son las ganas


hubo una vez, que eran cuatro en la casa. francesita, cuánto te extrañamos, cuánto nos acordamos de tu creme brulée, de tu política, de tus canciones y tu bicicleta voladora. aquella noche, retozaban todas ellas en la terraza. el calor rompía el aire, la pelopincho casi vacía, nunca redonda, siempre deforme. las plantas todavía no todas muertas. la ropa, esperando secarse, podía haber pasado hasta una semana allí, tomando el olor de cada día: el lunes asado, el martes lluvia, el miércoles granizo, el jueves viento con cenizas, el viernes de nuevo asado y...
-che, alguien vió mi jean, mi remera verde a rayas, mi musculosa gris y mi bata floreada?
-(ojalá se hayan afanado la bata floreada de la soga) está todo tendido, me parece, en la terraza...


y ahí estaban las cuatro, maría con la guitarra, todojunto con el maní, cherry con la cerveza y la francesita con la cámara, registrando lo que -todavía no sabían- sería un momento histórico para la liberación femenina (¿femenina? la liberacíón será inter-trans-homo-heterosex o no será, qué va).

las versiones sobre el nacimiento del "Frente de Mujeres Libertarias Consecuentes con sus Ganas" (aka Fre.Mu.Li. C.G.) son disímiles, y el campo popular ha hecho de cada una de ellas un mito de fundación, reconocidos todos por el frente en cuestión.

podrá decirse que la francesita, cherry, maría y todojunto compartían esa noche algunos moretones, producto de su batalla interminable con el des-amor. lo aceptan, y con orgullo. podrá decirse, también, que estaban despechadas. lo niegan rotundamente. deberá decirse, en verdad, que esas cuatro mujeres esa noche se convirtieron en una, que sus desengaños convergieron en un mágico ritual sanador, alimentado por la cerveza y el maní salado, y que con las patas en el agua supieron que era necesario fundar algo nuevo. que no importaban los moretones, que no importaban los resultados, proclamaron, que a las ganas hay que serles consecuentes, carajo, que este mundo es aburrido si no hay riesgo, que los que se asustan construyan castillos en el aire, que nosotras no le tenemos miedo a la tierra, ni a los monstruos, ni a los hombres malditos que tanto nos gustan, ni al amor más doloroso que clava sus sagradas espinas en nuestros estómagos,  que tampoco le tememos a las tormentas que inundan nuestra casa, que se la lleven al río si así lo quieren, que nosotras iremos con ella, nadaremos lastimadas o relucientes, con el rimel corrido o con los brillantes puestos, pero que nadaremos, que nadie dude de que nadaremos hasta que las olas se den por vencidas.

la casa inundada por el agua turbia de la pelopincho sin forma, impregnadas sus paredes de la humedad sofocante del verano en buenos aires, se convirtió esa noche en la flamante sede fundacional de un movimiento de masas. la regional San Telmo fue pionera en consignas de lucha, en panfletos libertarios, en graffities combativos, en stickers rebeldes, en creatividad gráfica al servicio de la pelea antipatriarcal. todavía no tomaron las armas, dicen, pero yo no les creo. toman las armas cada día, cuando en su espejo admiran sus bigotes, cuando se depilan delante de toto, y mucho más, cuando no lo hacen. cuando le golpean fuerte a las paredes, hasta hacer sangrar sus puños. subite al ring de las palabras si sos tan ruda, cherry bomb, grita todojunto. y con razón. enseñame una de tus canciones combativas, maría, que quiero exorcizar las palabras malas que habitan okupan mi panza. 

como sea, la que se cae se levanta. y no teme: arremete. arremente contra este mundo desganado, inconsecuente, hipócrita y cobarde.

seremos millones, y venceremos. cuando el fremuli avanza el patriarcado retrocede. ni un paso atrás.
tenía cinco plantas nuevas, que en realidad todavía no eran plantas. su responsabilidad, de hecho, era que finalmente lo fueran. cuánta responsabilidad para alguien tan pequeño, dirás, mirtha, y tendrá usté razón. pero esas cinco plantas no necesitaban tanto más que agua y canciones de amor, cada mañana, antes de que el sol caliente la tierra y después de que perdiera la humedad de ayer. a veces las acomodaba en círculo, una al lado de la otra, que se toquen para que no se sientan solas, y bueno si alguna se caía, pues entonces levantala, ponela de pie, no dejes que la tierra se caiga, que la semilla se seque, que la planta muera. yolanda, no la dejes. 

a veces creía que las plantas crecerían con el pensamiento. no subía a regarlas, le costaba demasiado esfuerzo; y sin embargo dedicaba largos ratos de la mañana a pensar en ellas. las imaginaba creciendo, rompiendo la tierra con toda la fuerza del universo, sacando sus primeras extremidades de vida, todavía tiernas pero tan fuertes, tan fuertes que podrían destrozar cualquier muralla. bueno, eso al menos imaginaba. y verdaderamente creía, estaba convencido, de que eso bastaba para que sucediera. los actos de psicomagia no existen, son puras mentiras, dirás, mirtha. pero te juro que podrías algún día llegar a creer que con semejantes pensamientos, tan dulces y reales ellos, las cinco plantas nuevas podrían convertirse en tales.  algún día lejano, sí, claro. en serio, creerás que una mañana finalmente agrietarán la tierra, que verán por primera vez la luz del sol, que lo saludarán hoy y hasta siempre, y que pronto serán plantas, luego arbustos frondosos, y que un día, como él deseaba, serían árboles con una casita en la copa. allí prepararía el té, y la invitaría a ella a merendar los domingos a la tarde. 

¿no crees, mirtha, todo lo que te digo? pobre de tí, que seguirás tomando agua mineral en tu pileta, mientras él y yolanda, con su innegable pequeñez y su imaginación tan enorme, tomarán el té en la casita del árbol. 
a veces cuando la sacuden, sus moretones violetas se vuelven púrpura, marrones tan negros ellos. cuando le gritan fuerte mirtha no me grites, sacudime del espanto, pero no me hagas hablar, te lo pido por favor, no quiero escucharte, el polvillo inherte de sus palabras malas cae, como caen pocas las monedas, cuando sus espásticos movimientos convulsionan ocultas las tristezas. si alguna vez pudiera usted verla, lo juro, lloraría del espanto. sus pupilas congeladas como una muerta, su piel traslúcida, repleta de rasguños que todavía sangran, sus venas grandes, hinchadas, gigantes ellas pero azules, recorridas por hormigas, habitadas por vampiros, viera usté. sacúdala, reviéntela, estrújela contra el piso, salte sobre ella mil veces si es necesario, pero despiértala. ey, ¡despierta! que ya es tarde y yolanda no llegará para salvarte.
sólo una salvación me es posible:

la bolsa de box