los días y las horas pasan, y nosotros los mismos.
has cambiado a veces de forma, de color de tono de piel incluso la voz pudo parecer distinta,
pero somos siempre eso que queremos ser continuamente y que jamás lograremos.

todo en esta casa huele a moho y a naftalina,
es hora de que incendiemos todo y corramos como niños, huyamos de aquí y dejemos atrás los relojes, no digamos nada y pidamos nacer de nuevo

otra vez, ya lo sé,
no es que he perdido la cordura,
es el insomnio que despierta los fantasmas

pero qué si no, subvertir los mundos
destruir todo para que nazca lo nuevo,
¿no es eso lo que hemos prometido,
en ese tiempo en que lo prometíamos todo
cualquier cosa?

Pues hoy aquí es evidente: 
nada puede ser juzgado igual, 
aún siendo siempre lo mismo.

los jazmines sobre la ventana están sedientos, casi mueren a gritos y vos
acá escuchando unas palabras malas
las peores, insignificantes.

esta vez no les sentenciaré la muerte,
esta vez moriré por ellos.




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