el sol se convierte en nube, la nube se convierte en lluvia, la lluvia y pronto anochece, y la nieve hasta las rodillas y luego la niebla y las cenizas, y entonces ya no veo, sólo escucho. qué bueno que no te veo, y qué bueno: ya no te escucho. no me hables ni me preguntes, basta! he dicho basta, y esta vez quiero que me obedezcas. y de nuevo sale el sol y ahí sigo yo, con los ojos cerrados de tanto no (querer) ver, y mis rodillas todavía tiemblan.

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