se inundó la casa y nada quedó a salvo
excepto nosotros
que cuando nos soltamos de un abrazo tan eterno
tan fuera del tiempo de las tormentas
y tan dentro del tiempo de los comienzos,
escuchamos a ícaro mover su alas
y acercarse al sol mientras
cantaba nuestras fantasías
y abría el cielo en dos mitades perfectas
allí mismo,
ante nuestros ojos ya no tan empapados
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