bajita el agua, tanto, que tus pies se hunden en el fango. poco a poco se vuelven barro, tal vez. sus dedos, que solían estar solos, ahora se unen como nunca, se pegan uno al lado del otro en fila para nunca volver a separarse. cuando lográs deslizarlos y sobrevolar el suelo, el agua te inunda la panza, tus tripas se ablandan y se humedecen, apuesto a que cambian de color. los pulmones se llenan de aire y ahí vas. 
jugás con las burbujas debajo del agua, de esa que no te deja ver pero te deja tocar. los peces más pequeños puede que se metan en tus oídos, y que pronto huyan espantados, no quieren saber nada con lo que hay allí adentro. pero ahí adentro ahora hay sol, hay viento que chilla finito, que casi susurra canciones, que a veces se calla y otras aturde.
de pronto la costa está lejos, las cosas se hicieron diminutas, casi dejaron de existir. el mundo tan gigante y vos ahora tan sola. el fango se presiente por debajo, pesado, oscuro y tenebroso. las manos bailan y hacen dibujos con la espuma, dejando extrañas formas sobre tu panza. el obligo se vuelve un pequeño cuenco a donde vienen a tomar agua las gaviotas, mientras te hacen cosquillas. y entoncés te retorcés despacio, y te reís: la boca se abre grande, los ojos se achinan como encandilados con el sol. el agua entra, irrespetuosa. navega a través de tu garganta, rápido llega a los pulmones. y entonces ya no son pulmones: son branquias. la boca vuelve a cerrarse, tus ojos se abren de nuevo, tan grandes como dos perlas, las pestañas gotean sobre tu frente.
alrededor, las aguas abiertas. allá lejos alguien te espera, allá mismo alguien te olvida. entonces pensas en no volver, en quedarte ahicito para siempre, flotando sobre el fango, alimentando a las gaviotas, nutriendote del sol y del agua espesa.
pero a veces el viento te devuelve, no te extrañes. de repente la costa de nuevo cerca, y tus aletas y tus branquias ya no sirven. y entonces la desesperación, la triste desolación de llegar, de haber vuelto y ya no poder respirar.
pero ahí estoy yo, con un tarrito con agua para mantenerte húmeda, con mis manos llenas de barro para que no pierdas los sentidos. no vuelvas al agua, no ahora. quedate conmigo un ratito y juguemos a que los dos somos niños peces.

3 comentarios:

  1. pica para todos los que siempre encallamos en las costas de diferentes islas, pero siempre en los mismos mares.

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  2. no se (dis)culpe niñopez, que en este mar no existen las culpas. nade livianito*

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