era ella una mujer tan fuerte, que cuando lloraba se desarmaba, como se desintegran los árboles con las tormentas, como se derrumban las torres cuando las olas arrasan con todo, como se suicidan los héroes cuando su hechizo se desvanece, cuando su magia siempre tanto y ahora nada. 
sus ojos claros, llenos de lágrimas, tan espesas ellas, tan oscuras y turbias, que no dejaban ver el fondo del mar, eso que a mi siempre me calmaba. su llanto duraba un segundo, quizás menos. y ahí de nuevo, la mujer fuerte, el roble maduro, la torre indestructible, la heroína sobrenatural.
yo no le temo a las tormentas, eso es sabido. tampoco a los monstruos, será porque los tengo -muchos- dentro. pero cuando la catástrofe se avecina en sus ojos, cuando insinúa siquiera un flaqueo en su inderrumbable temple, entonces ahí tiemblo. mis manos se vuelven tan chiquitas, y mis brazos tan pequeños como cuando (no) jugaba con las muñecas. ahora mi abrazo no alcanza a rodear su espalda, ni si quiera su delgado cuello. entonces vení, acostate sobre mis piernas, que mientras llorás espanto a tus monstruos, los míos son más fuertes y podrán darles batalla.


¿podrán?

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